El problema de la imagen de sí


Ya desde la antigüedad, ha tenido un valor fundamental la inscripción gnosti te autvn (nosce te ipsum), puesta por los siete sabios en el frontispicio del templo de Delfos, clásica en el pensamiento griego[1] y que recientemente la psicología ha retomado para enfatizar la importancia del conocimiento de sí.

Del amor a sí mismo brota el amor a los demás y a Dios. La relación con los demás tiende a mostrar y a reflejar la relación conmigo mismo. De esta forma la autoestima positiva es el requisito cardinal de una vida plena[2]. Porque, nadie puede dar lo que no tiene o no reconoce dentro de sí[3].

Uno de los principales factores que distingue al ser humano de los demás animales es la conciencia de sí mismo, la capacidad de establecer una identidad y de darle valor. Por eso, el problema de la autoestima deriva de la capacidad humana de juicio[4]. Filtramos la gran variedad de informaciones a las que somos sometidos en el contexto de las relaciones interpersonales siguiendo, a veces inconsciente, el criterio de referencia y de interés que los otros tienen de nosotros, y los organizamos al núcleo de nosotros mismos[5].

La autoestima puede ser considerada como una valoración positiva de sí, una sensación de aceptación de sí, de valer, de constatar una cierta bondad y capacidad de fondo, todo esto unido al conocimiento realista de los propios límites y dificultades que no desmienten tal valoración positiva[6]. La falta de claridad en el conocimiento objetivo de sí es uno de los problemas principales para una estima realista, el no conocerse adecuadamente provoca o una estima artificial o una no estima[7], que puede caracterizarse por una visión de inferioridad o de superioridad que impide a la persona tener una imagen realista de sus propias cualidades y defectos, generalmente es asociada con sentimientos de rechazo e indignidad personal que afecta gravemente la capacidad de apreciar el significado positivo de la vida.

Una persona que alberga una falsa imagen de sí, manifiesta una inseguridad unida a sentimientos de incapacidad e impotencia que repercuten en reacciones de ansiedad, duda y angustia en las actividades que emprende. Esta inseguridad repercute en una situación de descontrol general que se refleja en la dificultad de manejar las emociones, en las relaciones interpersonales de tipo conflictivo, en los hábitos indisciplinados de trabajo o de vida, o en la falta de habilidad para organizarse en las metas deseadas.

También puede repercutir en la incapacidad para manifestarse con libertad, en esta situación la persona no se atreve a manifestarse tal y como es, ni puede actuar o expresarse de manera congruente con lo que en realidad piensa y siente. Esta inseguridad le ocasiona una excesiva dependencia a los otros, incluso cuando debe tomar decisiones personales o cuando hay que realizar autónomamente diversas actividades[8].

Las personas con baja autoestima se quejan continuamente de su falta de realización personal y asocian esta queja a una sensación agobiante de estancamiento y esterilidad existencial. Este tipo de reacciones, así como la insatisfacción que experimentan, aún en medio de sus logros, les impide desarrollar sus áreas de auténtico potencial o realizar aquellas acciones que contribuirían a conferirle un verdadero significado a su vida.


[1] Cf. Pié-Ninot, S., (2002). Teología… Opus cit., 96.
[2] Cf. De Mezerville, G., (2003) Madurez Sacerdotal y religiosa. Un enfoque integrado entre Psicología y Magisterio Vol. I, Bogotá: CELAM, 186.
[3] Cf. Crea, G., (2007). Patología e speranza… Opus cit., 90.
[4] Cf. McKay M., Fanning, P., (1991). Autoestima; evaluación y mejora, Barcelona: Martínez Roca, 13.
[5] Crea G., (2007). Patología e speranza nella Vita Consagrata, formazione affettiva nelle comunitá religiose, Bologna: EDB, 93: «Somos sensibles cuando se trata de nosotros y mucho más distraídos y desmemoriados hacia informaciones que no tiene alguna referencia directa o indirecta con nosotros».
[6] Cf. Cucci, G., (2007). La forza della debolezza, Roma: AdP, 12.
[7] Cf. Cencini, A., Manenti A., (1994). Psicología… Opus cit., 171; De Mezerville, G., (2003). Madurez Sacerdotal… Opus cit., 195.
[8] Cf. De Mezerville, G., (2003). Madurez Sacerdotal… Opus cit., 198.

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