La Formación Permanente



 La formación permanente tiene el mismo ritmo de la vida. Ahí donde el proyecto de Dios nos ha asignado vivir.  

«[…] aprender a dejarse formar por la vida de cada día, por su propia comunidad y por sus hermanas, por las cosas de siempre, ordinarias y extraordinarias, por la oración y por el cansancio apostólico, en la alegría y en el sufrimiento, hasta el momento de la muerte» Caminar desde Cristo, 15..








En lo ordinario de la vida cotidiana, en su debilidad y hasta en sus confusiones se esconde la potencia extraordinaria de la gracia,

 «la formación permanente tiene un ritmo vital y significa que se educa y se forma en la vida y en las relaciones cotidianas, en contacto con las personas que no hemos elegido, sin evitar los sujetos difíciles o imposibles o considerados así, ni huir de las rupturas y contradicciones de la vida de siempre» cencini, A., (2002). Formazione Permanente, 136..

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