HORA SANTA VOCACIONAL

CANTO

INTRODUCCIÓN


¿Quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy?. Estas cuestiones muchas veces zumban como abejas dentro de mi cabeza. Pero son tan difíciles de responder, que prefiero escuchar música, reírme con los amigos, ver la televisión… sin embargo siempre están ahí, esperando el instante en que los ruidos del diario vivir se conviertan en aterradores silencios, y entonces esas fatigosas preguntas inician su ronda por mi mente. 
En este momento, estas interrogantes carcomen mi cerebro. Una pregunta más se suma a mis muchas dudas ¿Cuál es mi lugar en el universo? ¿En qué lugar del rompecabezas debo insertar mi existencia? ¿Quién puede responderme? Ahora el silencio me rodea, pero no estoy solo, hay más gente a mi alrededor; todos con las mismas preguntas y en medio de nuestras dudas, está Cristo reposando en el sagrario.

Alguna vez he escuchado la historia de un tal san Agustín, él también experimentó las mismas dudas que yo, intentó resolverlas, cayó en una secta. Al final sus interrogantes fueron aclarándose con la lectura de la Biblia y de la mano de Cristo. Es decir de la mano del mismo Dios. Ese Dios que ahora está entre nosotros, que desde el sagrario tiende su mano y me invita a que con él vaya desentrañando el gran misterio de mi vida. Entonces mi pregunta ya no es ¿Qué haré de mi vida? sino Dios mío ¿Qué deseas que hagamos Tú y yo con mi vida?

Señor, estoy frente al sagrario, ayúdame a encontrar el sentido y finalidad de mi vida, guíame por tus caminos, conduce mi vida para hacerme encontrar mi lugar en el universo.


ORACIÓN

Señor, Tú que has creado el cielo, que mueves las estrellas y nos has regalado la vida. A ti que eres infinitamente sabio te pedimos, que durante esta hora acompañes y guíes nuestras reflexiones. Llénanos de tu Espíritu Santo para descubrir poco a poco nuestro lugar en el cosmos. Para que tu plan vaya tomando forma en nuestra existencia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén


TESTIMONIO de un misionero en China: el padre Mariano Alegría:

“Aquí donde los misioneros son pocos y los cristianos se encuentran tan desparramados, es común costumbre entre éstos acudir en las grandes festividades del año, Pascua, fiesta patronal de la misión y Asunción de la santísima Virgen, a la residencia del Padre misionero a fin de solemnizar dichas fiestas y saludar al padre. Durante el año, el misionero solamente puede visitar los lugares donde hay cristianos; una, dos o cuando más cuatro veces. Nuestro territorio, gracias a Dios, no se encuentra en tan triste situación, por ser bastante pequeño y ser muy pocos cristianos.

Sin embargo, para celebrar la fiesta del nacimiento del Hijo de Dios en esta nuestra residencia, algunos cristianos se veían en la necesidad de andar una distancia de veinte kilómetros, molestia que nosotros fácilmente podíamos evitarles, si uno de los padres que actualmente residimos en Chengliku, marchaba a celebrar el santo sacrificio de la misa a un pueblo, distante once kilómetros y medio.
Nos determinamos a celebrar la fiesta en ambos lugares, y con anticipación avisamos a los cristianos de Yang- Pu- Low, este es el nombre de dicho pueblo, encargándoles a la vez notificaran a los cristianos de los pueblos vecinos. El día 24 de diciembre, terminada la comida a la hora acostumbrada, púseme al momento a preparar todo cuanto necesitaba: ropa de cama, la maleta con lo indispensable para celebrar el santo sacrificio y el maletín.

Una vez dispuesto todo, llamé al sirviente encargándole que alquilara un carrillo, y a los diez minutos me puse en camino. La tarde estaba tranquila, y bastante templada.

Ya me había alejado de la residencia cinco kilómetros, y aunque no me sentía con cansacio, ni la distancia que me separaba de Yang-Pu- Low era mucha, quise, sin embargo, montarme en el carrillo, y mandé al chino que lo conducía detenerse. Monteme cómodamente; pero fue tan mala mi suerte que al querer el chino ponerse en marcha, me enseña riendo la cuerda que empleaba, rota e inservible. Una vez arreglado, intentó por segunda vez probar si podía con todo el peso; pero se repitió lo antes sucedido; así que, tuve que bajarme del carrillo con satisfacción del chino, y conformarme a continuar el camino como lo había recorrido hasta entonces… ” 


REFLEXIÓN


CANTO


SÍMBOLOS


Vasija de barro: Ante nuestros ojos esta cierta cantidad de arcilla, pero no es cúmulo de barro sin más. Está trabajada, modelada… Nuestra vida es como un montoncito de arcillla que día a día y poco a poco, va tomando una forma y a nuestro lado está el Artesano más sabio. Dejemos que ese grande y amoroso alfarero nos revele la forma más bella para nosotros.

Planta: Esta planta algún día fue una minúscula semilla. El agua, la tierra y el sol contribuyeron a su crecimiento. Pero quien verdaderamente la ha hecho crecer es el que hizo el cielo, la tierra y el agua: Dios. Dejemos que Dios también nos ayude a crecer humana y espiritualmente.

Vela: Esta vela era cera en un panal. El esfuerzo humano y su ser maleable, la han convertido en lo que ahora es: una fuente de luz y calor. Como cristianos debemos esforzarnos y ser maleables para poder ser luz del mundo. 


TEXTOS BÍBLICOS (moniciones)

Mc 10, 1-21
Dejar lo que se tiene para seguir a Cristo es una condición básica cristiana. Con las riquezas adheridas a nuestro corazón es imposible optar por una vida de entrega generosa a los demás. Las riquezas son un obstáculo insuperable en orden a la salvación. 

Mt 9, 36-38; 10, 1-4
La Iglesia y el mundo necesitan el testimonio de hombres y mujeres cristianos que quieran ser signos visibles en un mundo, en donde la falta de sensibilidad por el mensaje cristiano corre a pasos agigantados. El Señor nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos invita a ser pastores de un rebaño abandonado y extenuado. 


REFLEXIÓN


PRECES


Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Elevemos confiadamente nuestras súplicas a Dios Padre guiados por la palabra de Jesús, para que envíe sobre nosotros su Espíritu que nos hace servidores de los hermanos.

Para que el Papa, los obispos y toda la Iglesia realicen su misión evangelizadora en medio del mundo, roguemos al Señor.

Para que la Iglesia anuncie con valentía la Palabra de Dios en toda situación, por difícil que sea, roguemos al Señor.

Para que los laicos cristianos sean fermento de la fuerza evangélica en medio del mundo, roguemos al Señor.

Para que Dios Padre, dueño de la mies, envíe abundantes vocaciones a su Iglesia para el servicio pastoral de sus hermanos, roguemos al Señor.

Para que siempre haya corazones jóvenes, dispuestos a seguir la llamada de Dios y a entregarse generosamente para el bien de los hombres, roguemos al Señor.

Para que las familias cristianas sean testigos del Evangelio y fomenten la vocación religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.

Ponemos ante ti, Señor, nuestras súplicas por las necesidades del mundo y tu Iglesia. Atiéndenos, por tu inmensa bondad de Padre. Haznos servidores fieles de tu pueblo y atentos a las necesidades de nuestros hermanos. Te lo pedimos en el nombre y por la mediación de tu Hijo Jesucristo.


TEXTO CONCILIAR

Para finalizar este encuentro con Cristo Sacramentado, meditaremos sobre un texto del Concilio Vaticano II. (LG 32)

“La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y se rige con admirable variedad. "Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros" (Rom., 12,4-5).
El pueblo elegido de Dios es uno: "Un Señor, una fe, un bautismo" (Ef., 4,5); común la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, gracia común de hijos, común vocación a la perfección, una salvación, una esperanza y una indivisa caridad. Ante Cristo y ante la Iglesia no existe desigualdad alguna en razón de estirpe o nacimiento, condición social o sexo, porque "no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois "uno" en Cristo Jesús" (Gal., 3,28; cf. Col., 3,11).

Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma fe por la justicia de Dios (cf. 2Pe., 1,1). Y si es cierto que algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos para los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pastores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo”.


ORACIÓN FINAL

Oh Dios, que quisiste dar pastores a tu pueblo, derrama sobre tu Iglesia el espíritu de piedad y fortaleza, que suscite dignos ministros de tu altar y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


CANTO FINAL

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